martes, septiembre 20, 2005

PRISIONERA DE UN SENTIMIENTO

Martín Fernández Céspedes

Por Cynthia Céspedes

Hola, soy Cynthia y en esta carta quiero contarles una historia que habla del amor. Un amor que no tiene límites de medición, ni puntos de comparación; un amor que sobrepasa la expectativa terrenal; un amor que siempre vemos cubierto de infinitos besos y plagado de delicados abrazos; un amor que es capaz de no medir consecuencias, ni condicionar su entrega; un amor único, que no tiene horario, precio, ni lugar.
Este es un amor que las mujeres podemos experimentar dos veces en la vida… la primera, cuando nacemos y nos cobijan dos pechos rebasados del néctar natural, que es capaz de energizarnos por el resto de nuestra vida y la segunda, cuando tenemos la dicha de… Ser Madres.
El amor de madre está repleto de contradicciones y llega cargado de ilusiones sublimes. Cuando somos madres caemos en la triste realidad de la dependencia, nuestro hijo nos corta las alas y nos impide ir hacia esos rincones que alumbraban nuestros planes, sin embargo, nos aferra a la tierra de tal manera que logramos caminar con un paso más seguro y protector.

Un hijo nos arrebata un espacio que antes era fundamental para nosotras, la individualidad; pero nos llena otro lugar de nuestra alma, la maternidad. Cuando somos madres perdemos parte de nuestra vida, para dedicarnos por completo a este ser que depende de nosotras; pero ganamos experiencia, sensibilidad, carácter, alegría, perspectiva y una visión del mundo distinta al resto.
Ser madre no significa cargar por casi nueve meses un bebé en el vientre, tampoco despedazarte por dentro gracias a las insoportables contracciones, ni mucho menos parir en una fría sala de hospital, rodeada de doctores. Ser madre es un título que se consigue a cambio de esfuerzo y dedicación, con días claros y largas noches de insomnio; preocupaciones extremas y sensaciones inexplicables. Ser madre es una carrera que requiere de un talento innato, que se sustenta en un amor natural que fluye solo y se contrapone a ideales personales.
Cuando somos madre nuestra vida existe en torno a esta criatura y nunca más volvemos a estar solas, porque este amor vive dentro de nosotras y dura más allá de un sepulcro. Somos madre una vez y jamás dejamos de serlo, aunque las circunstancias sean adversas y nos hagan experimentar la fatal partida de un hijo.
A pesar de todo un hijo no hace a una madre, la madre se forma sola, a partir de sensaciones y emociones abnegadas. Una madre se fabrica en la medida que nos enamoremos de este ser indefenso que está en nuestros brazos y que pone una absoluta confianza en nosotras.
En lo personal, yo nunca quise ser madre y procuré de todas formas y por muchos años evitarlo, sin embargo la vida me regaló esta posibilidad y de malas ganas acepté que me había tocado a mí. Ha sido un recorrido difícil, pero las cartas las he tenido que jugar responsablemente. Ser madre ha significado el sentimiento más divino que haya podido imaginar y me ha obligado a desprenderme de una parte de mi vida. Ser madre ha sido una sensación que me es difícil explicar y es una emoción que a diario experimento.
Doy gracias a Dios por haberme permitido cobijar en mi vientre una semilla asombrosa, que llegó cargada de esperanzas e ilusiones y que me ha hecho mirar el mundo con un prisma sensible. Ser madre me ha hecho sentir autorizada para dar protección sin fecha de vencimiento. Di asilo a una vida que se desarrolló en forma autónoma en mi útero, pero que necesitó de mí para recibir el oxígeno que le dio la vida.
He experimentado una energía interior que me disgrega de la realidad masculina y me instala en una posición privilegiada a la hora de comprender el significado de la vida. Puedo sentirme orgullosa de ser mujer y ya puedo dejar atrás aquellas tontas anécdotas idealistas del feminismo.
Soy prisionera de un sentimiento y estoy entregada a la más maravillosa experiencia. Mi vida cambió, ahora llevo una mochila colmada de amor y guardo en ella la extraordinaria posibilidad de haber sido elegida para cargar a un ser vulnerable en mis entrañas, una persona que con el tiempo ha conquistado mi corazón y me ha brindado la magnificencia de poder sentir que . . . . Soy Mamá

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