martes, febrero 19, 2008

Víctima de las Emociones

Por Cynthia Céspedes

Había olvidado cómo era ese dulce sabor que queda en el cuerpo cuando entra un sentimiento. Ya no recordaba cómo era confundirse ante el eco de la frase “eres tan especial”. Mi pecho se había resignado a no estremecerse ante una mirada intensa y no sé por qué razón le prohibí a mi boca humedecerse si alguien la miraraba con ternura.
Dejé relegado el sabor que tiene un beso, antes de que mis labios lo experimentaran dentro. Borré de mi memoria todo el recuerdo que podía volverme vulnerable ante una emoción. Comencé a calcular con los números de la razón, sin pensar que una ecuación seduce mucho más que su propio resultado. Creo que alguien, alguna vez, terminó convenciéndome de que la vida real no podía ser una comedia romántica.
Tercamente me negué a aceptar lo hermosa que puede ser una mañana, si alguien está dedicando unos minutos de su vida a pensar en ti. Los años me volvieron egoísta con mi corazón y sólo me dediqué a satisfacer los caprichos ‘infantiles’ de mi vanidad. Relegué la poca inocencia que había quedado de mi niñez y ubiqué en su lugar a una de sus peores enemigas, ‘La Razón’.
¿Y Sabes?, con el tiempo me fui quedando sola… y esa soledad (¡qué absurdo!) comenzó a gustarme. Eso me hizo pulir mi vida con delicias efímeras e indigentes, que la complacencia propia trae consigo.
Día a día, convertía cualquier deseo en un desafío. Por eso, sin darme cuenta, emergió de mí una mujer diferente, desafiante y que iba contra el mundo, ganando cuanta batalla se le cruzara en el camino.
Pero nada de eso dió resultado… porque esa mujer era sólo una persiana, que se cerraba fuertemente cada vez que mi esencia quería observar el mundo, entre sus espacios de realidad.
Parece que la ‘obsesión por ser distinta’ se apoderó de mí. Sin embargo, la testarudez sólo logró hacerme olvidar, porque no consiguió que yo cambiara… no logró llevarse lo esencial… Después de todo, ser yo misma, siempre me ha convertido en alguien diferente.
Pero eso pude deducirlo sólo aquella tarde, cuando me aparecí en el patio trasero de tu vida; cuando, sin planearlo, le robaste una carcajada a mi alma y me devolviste eso que ya no recordaba.
Todo esto pude deducirlo cuando me dejaste entrar sigilosamente en tu corazón y permitiste que yo lo acariciara. Todo sucedió, el día en que comencé a extrañarte y noté que poco a poco crecía en mí la necesidad de hacerte feliz.
Pude notar mi cambio, el día en que cerré mis ojos y ya no tuve miedo de caer, porque me hiciste un regalo que jamás había recibido, La Confianza.
Todo esto me quedó claro aquella noche en que, pensando en ti, sentí que tu olor se había fundido en mi piel, hasta el punto en que ya no necesitaba tenerte cerca, porque estabas dentro de mí y formabas parte de mis sentidos.
Pero, ¡es tan poco tiempo!, podrías pensar. Sin embargo, a tu lado, eso del tiempo increíblemente no existe. Me haces sentir que te conozco desde siempre y que esto ha sido sólo un reencuentro.

Creo que la vida ha sido sabia al unir 'recién' nuestras autopistas. Permíteme agradecerte, ya que contigo, el camino de mi vida tomó un sabor delicioso, desde el día en que comenzaste a marchar a mi lado.
Me llenas de fantasías, en un momento en que ésta ya me había abandonado. Eres algo maravilloso, lo mejor que pudo ocurrirle a mi corazón y eso me obliga a cuidarte. Ahora, no puedo despreocuparme de ti. Si algo te sucede, cómo podría consolar mi corazón… creo que no lo soportaría.
Es verdad que cometo errores, constantes errores, pero quien no lo hace ¿no?.
Después de todo, mi única intención en la vida era ganar y tú, cuando llegaste, me quebraste el esquema.

Hoy me siento una víctima de las emociones y te concedo (egoístamente) la culpa. Llegaste a mi vida, te paraste frente a mí y hechizaste mi razón. Te culpo por todo lo que me está sucediendo… pero más te culpo…
...Por Hacerme Feliz...